I love Lovecraft

Ha pasado poco tiempo desde que me encontré a Lovecraft en la red -tan solo siete años- desde entonces, gracias a Ernest empecé a leerlo y tiempo después -cuando ya no podía dejar de leer- empecé a recopilar sus relatos; tuve algunos problemas porque algunos de ellos están perdidos y otros simplemente no se encuentran con tanta facilidad en la red.

Algunos participantes del foro de Ciberanika me enviaron desde España libros de Lovecraft -Gracias por eso- y tiempo después empecé a buscar en el fondo de las tiendas y librerías de mi ciudad y encontré uno que otro, algunos con relatos repetidos y pastas maltratadas. Las mini Ferias del Libro también han ayudado mucho en mi búsqueda y los viajes que he tenido oportunidad de hacer.

Actualmente tengo un pequeño ''altar'' a Cthulhu, el personaje más reconocido y popular de Lovecraft, así como un tatuaje del mismo en mi tobillo.



A algunos les pareció exagerado, tonto y a otros simplemente no les gustó, pero Lovecraft me inspiró para mis historias y me invitó a un mundo maravilloso con paisajes inimaginables y seres fascinantes. Su redacción y su creatividad me maravillan desde que leí 'La Sombra Sobre Innsmouth' hace años, rescató una parte de mi personalidad que pendía de un hilo y que a punto estuve de perder.



Ahora quiero compartir los relatos con ustedes, sin ánimo de lucrar o ganar algo, solamente de guardar -porque mi pc puede fenecer en cualquier momento- y de invitarlos a entrar en Innsmouth o Dunwich, a soñar en la casa de la bruja o a llamar al gran Cthulhu que yace dormido en la profundidad del mar.

Bienvenidos.

Eyra Garibay Wong

Buscas algún relato en especial?

martes, 4 de enero de 2011

ARCILLA DE INNSMOUTH, COLABORACIÓN DE AUGUST DERLETH. (PARTE 1) +

Los acontecimientos relacionados con el extraño destino de mi amigo el fallecido escultor Jeffrey Corey —si es que el término «fallecido» se ajusta a la verdad— se iniciaron a su regreso de París cuando, en el otoño de 1927, decidió alquilar una casita en la costa, al sur de lnnsmouth. Corey procedía de una familia de prosapia que estaba lejanamente emparentada con los Marsh de Innsmouth, si bien dicho parentesco no le imponía obligación alguna de mantener relaciones con estos sus parientes. En todo caso, existían ciertos rumores sobre los solitarios y retraídos March que todavía vivían en aquella ciudad portuaria de Massachussetts, y lo que en ellos se decía no era lo más adecuado para inspirar a Corey ningún deseo de anunciar su presencia en los alrededores.

Fui a visitarle un mes después de su llegada, acaecida en diciembre de aquel año. Corey era un hombre relativamente joven, pues todavía no había cumplido los cuarenta, y medía seis pies de estatura. Tenía un cutis fino y lozano, exento de todo ornamento capilar, pero llevaba el pelo bastante largo, según era entonces costumbre entre los artistas del Barrio Latino de París. Poseía unos ojos azules muy enérgicos y un rostro anguloso de mandíbula prominente que destacaba en cualquier grupo de gente, y no sólo por su penetrante mirada, sino también por el hecho insólito de que, debajo de la barbilla y de las orejas y en la zona adyacente del cuello, tenía la piel anormalmente gruesa y surcada de arrugas duras y entrelazadas. No era feo y sus correctas facciones poseían una extraña cualidad hipnótica que solía fascinar a quienes lo conocían por primera vez. Cuando fui a visitarle, estaba bien instalado y había empezado a trabajar en una estatua de Rima, la Mujer-Pájaro, que prometía convertirse en una de sus mejores obras.

Tenía almacenadas provisiones para un mes, que habla ido a comprar en Innsmouth, y le encontré más locuaz que de costumbre, sobre todo acerca de sus lejanos parientes de esta ciudad, donde se hablaba no poco de ellos, aunque tampoco abiertamente, en tiendas y establecimientos públicos. Por reservados e insociables, los Marsh despertaban cierta curiosidad natural en sus convecinos, y como esta curiosidad nunca había quedado satisfecha del todo, se habla ido formando en torno a ellos un cúmulo impresionante `de leyendas y habladurías que se remontaban hasta cierta generación pasada, notable esta por haberse dedicado al tráfico marítimo con las islas del Pacífico meridional. Lo que se comentaba de ellos era demasiado vago y no significaba nada para Corey, pero contenía tales insinuaciones
sobre horrores desconocidos que mi amigo confiaba en poder algún día enterarse más a fondo. No es que él estuviera obsesionado con el tema, sino que ——según explicó— se hablaba tanto de ello en el pueblo que era prácticamente imposible ignorarlo. Me dijo también que pensaba hacer una exposición para tantear el mercado, hizo referencia a varios amigos de Paris y a sus años de estudio en dicha capital, disertó brevemente sobre el vigor de las esculturas de Epstein y comentó la alborotada situación política del país. Cito estos temas de conversación para dejar patente que Co-rey estaba perfectamente normal cuando le visité por primera vez tras su regreso de Europa. Por supuesto, en Nueva York le había visto fugazmente cuando llegó, pero no había hablado con él largo y tendido como en aquel diciembre de 1927.

Antes de volver a verle, o sea, en el mes de marzo siguiente, recibí una carta suya bastante asombrosa, cuyo meollo iba contenido en el último párrafo, al cual parecía conducir, como a una apoteosis final, el resto de la misiva.«Quizá te hayas enterado por la prensa de ciertos hechos que han ocurrido aquí en Innsmouth hace un mes. No tengo una información clara de lo sucedido, pero tiene que haberse publicado en algún periódico, aunque no desde luego en los de Massachussetts, que lo han silenciado por completo. Lo único que he podido averiguar del asunto es que se presentó en la ciudad un nutrido grupo de oficiales federales de algún tipo y se llevaron a varios ciudadanos, entre ellos a algunos de mis parientes, aunque no te sé decir a quiénes, pues todavía no me he preocupado de enterarme ni siquiera de cuántos son. O eran, que también puede ser. Lo que he podido averiguar en Innsmouth se refiere a ciertos negocios montados con las islas del Pacífico, a los que evidentemente se dedicaba todavía alguna compañía naviera de la ciudad, por muy raro que esto pueda parecer, ya que los muelles están prácticamente abandonados y además ya no sirven para los barcos de ahora, que suelen tocar en puertos mayores y más modernos. Aparte las razones que hayan motivado esa acción federal, está el hecho indiscutible —y de mayor importancia para mr, como pronto verás— de que, coincidiendo con la operación de Innsmouth, aparecieron varios buques de guerra no muy lejos de la costa, en las cercanías del llamado Arrecife del Diablo, y allí ¡arrojaron numerosas cargas de profundidad! Las explosiones removieron de tal manera los fondos marinos que poco después las mareas fueron trayendo a la orilla toda clase de residuos, entre ellos una arcilla azul muy especial. A mí me recuerda mucho a una arcilla de ese color que se podía encontrar en algunas zonas del interior del país y que solía usarse para hacer ladrillos, sobre todo hace años, cuando todavía no había métodos más modernos de fabricación. Bueno, lo que importa es que cogí toda la arcilla que pude, antes de que el mar se la volviera a llevar, y que me he puesto a modelar con ella una figura completamente distinta de otras esculturas mías. La titulo provisionalmente «Diosa Marina» y estoy entusiasmado porque promete mucho. Cuando vengas la semana que viene, estoy seguro de que te gustará todavía más que mi Rima. Contrariamente a sus suposiciones, sin embargo, la nueva estatua de Corey me produjo una extraña repulsión desde el primer momento que la vi. Representaba una figura esbelta, excepto en su estructura pélvica, que a mí me pareció demasiado pesada, y Corey había decidido dotarla de membranas entre los dedos de los pies.

-¿ Por qué? - le pregunté.     
-Pues no sé bien por qué -contestó-. La verdad es que no lo tenía planeado, pero me salió así.
-¿Y de esas especies de grietas en el cuello? -me refería a una zona que parecía haber sido retocada recientemente. Se rió con cierto embarazo y asomó a sus ojos una extraña expresión.
-También a mi me gustaría poder darte una explicación satisfactoria de esas señales –dijo- La verdad es que ayer por la mañana, al levantarme, descubrí que había debido levantarme en sueños y ponerme a trabajar, pues ahí en el cuello, debajo de las orejas, en ambos lados, había como unas grietas que parecían..., bueno, que parecían branquias. Ahora estoy arreglando el estropicio.
-Quizá le vayan bien las branquias a una «diosa marina» -opiné.
-Yo creo que se las he debido poner en sueños por lo que oí anteayer en Innsmouth, que fui a comprar algunas cosas que me hacían falta. Nuevas habladurías sobre el clan de los Marsh. Según se decía, parece que algunos miembros de la familia vivían encerrados por propia voluntad a causa de ciertas deformidades físicas relacionadas con una leyenda que también tenía que ver con ciertos indígenas de las islas del Pacífico. Es el típico cuenta fantástico que la gente ignorante se apropia y embellece a su gusto, aunque reconozco que éste es distinto de casi todos, pues lo normal es que se ajusten a un esquema moral judeo-cristiano. Por la noche soñé con esas historias y evidentemente me levanté sonámbulo y plasmé parte del sueño en mí «Diosa Marina». Aunque me pareció bastante extraño, no hice más comentarios sobre el incidente. Lo que decía Corey parecía lógico y me interesaban mucho más las tradiciones populares de Innsmouth que los desperfectos sufridos por la «Diosa Marina».

Además me desconcertó un tanto la visible preocupación que advertí en Corey. Mientras charlábamos del tema que fuera, se le veía animado y normal, pero no pude por menos de observar que, en cuanto se hacía un silencio en la conversación, él se quedaba pensativo y ausente, como si tuviera algo in mente de lo que no se atrevía a hablar; algo que le producía una angustia indefinida, pero de lo cual no sabía nada a ciencia cierta, o por lo menos tan poco que prefería no expresarlo
verbalmente. Pero la preocupación se le manifestaba de diversos modos: en la mirada distante, en expresiones fugaces de desconcierto, en furtivas miradas a la lejanía del mar, en que al hablar paseaba inquieto de un lado a otro, en su forma de eludir el tema, como si aún le quedara mucho que reflexionar sobre él. Luego he pensado que debería haber tomado entonces la iniciativa de explorar esta su preocupación que tan manifiesta me resultaba, pero no lo hice. Me pareció que no era asunto mío y que hacerle más preguntas sobre el tema equivaldría a invadir su intimidad. Aunque éramos amigos desde hacía mucho tiempo, pensé que yo no tenía ningún derecho a meterme en una cuestión que sólo le incumbía a él. Además, él no me dio pie para hacerlo. Como supe más adelante, cuando Corey ya había desaparecido y yo tomado posesión de sus bienes -según él mismo había dejado dispuesto en un documento redactado al efecto—, fue por esta época cuando él empezó a garabatear extrañas anotaciones en un diario que llevaba y que hasta entonces sólo le había servido para apuntar ideas y detalles relativos a su trabajo. Cronológicamente, es en este punto de la secuencia de hechos acaecidos durante los últimos meses de Jeffrey Corey donde deben insertarse dichas extrañas anotaciones.

«7 marzo. Esta noche, sueño rarísimo. Algo me impulsó a bautizar a la "Diosa Marina". Esta mañana me encuentro la pieza húmeda en cabeza y hombros, como si lo hubiera hecho yo. Arreglo el desperfecto como si no tuviera más remedio que hacerlo, aunque tenía pensado embalar a Rima. Me preocupa lo compulsivo del asunto. »

«8 marzo. Sueño que voy nadando en compañía de hombres y mujeres qué parecen sombras. Cuando les he visto las caras me han parecido demasiado familiares, como si las hubiera visto alguna vez en un álbum antiguo. Hoy, en el drugstore de Hammond, escucho taimadas insinuaciones y sugerencias grotescas sobre los March, como siempre. Cuentan que el bisabuelo Jethro vive en el mar. ¡ Y tiene branquias! Lo mismo dicen de algunos Waite , Gilman y Elliot. Me acerco a la estación de ferrocarril a preguntar una cosa y oigo la misma historia. Los nativos llevan decenios alimentándose del tema.»

«10 marzo. No cabe duda de que me he vuelto a levantar en sueños, pues han aparecido unas leves modificaciones en la "Diosa Marina". También tiene señales como de que alguien la hubiera rodeado con los brazos. Ayer la estatua estaba seca y esas señales habría que haberlas hecho con un cincel. Pero parece como si las hubieran imprimido en arcilla blanda. Toda la obra estaba húmeda esta mañana.»

« 11 marzo. Experiencia nocturna realmente extraordinaria. Quizá el sueño más intenso de toda mi vida, por lo menos el más erótico. Casi no puedo todavía acordarme de él sin excitarme. He soñado que una mujer desnuda se me metía en la cama, cuando yo ya estaba acostado, y se quedaba allí hasta el amanecer. Ha sido una noche de amor (o tal vez sea más correcto decir de lujuria) como no había conocido desde Paris. ¡Y tan real como aquellas noches del Barrio Latino! Quizá
demasiado real, porque me he levantado exhausto. Además, he debido tener un dormir muy inquieto, porque la cama estaba completamente deshecha.»

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Sueños del Soñador de Providence