3er intento.
Hace poco me pidieron que escribiera algo sobre Lovecraft, supongo que por mi evidente obsesión con él y su entorno; acepté porque sí estoy obsesionada con él. Pero buscaba un tiempo para hacerlo, con calma (y ahorita parece que el destino no quiere que termine, van tres veces que se me borra la entrada completa) y en un momento dedicado solamente a él; curiosamente, lo que me inspiró no fue Cthulhu o Nyarlathotep, sino Poe. Leía un artículo de Pedro Crenes en una revista, donde hablan de las coincidencias, del año del cuervo, del abandono de los sueños por culpa de la sociedad y lo que ella significa, y de pronto me vi escribiendo y analicé algunas cosas.
Lovecraft nunca trabajó, me refiero a una jornada 'normal' con hora de entrada y salida, con sueldo quincenal y obligaciones; fue un niño enfermo que solía prácticamente vivir en la biblioteca de su abuelo, la gente con la que más convivió le triplicaba la edad. No era feliz. En realidad, como podemos ver en su autobiografía, en sus biografías, pero sobretodo en sus historias, es que odiaba la época en la que vivía; detestaba la sociedad, la presunta evolución del hombre y la falta de inteligencia de los seres humanos. Era un misántropo en toda la extensión de la palabra (y lo comprendo y apoyo). Poe también era bastante retraído, aferrado a su botella y viendo sombras en el desván (eso lo imagino yo), su personalidad cuando poco fue enfermiza (también) y solitaria. Le siguen el fantástico Stoker y el maravilloso Kafka. Todos infelices, solitarios, escondidos tras una ventana sólo viendo caminar a la gente afuera, refunfuñando por las sonrisas y lo incómodo de las voces humanas. Mirando de reojo una realidad que quizás deseaban y no podían tener; porque no dudo que Lovecraft alguna vez (aunque fuera en sus pesadillas) tener una hermosa familia y amigos con quienes beberse una cerveza y pensar en banalidades, o Stoker viajar, salir de su casa y conocer el mundo (no solo en almanaques y directorios), Kafka quizás deseó algun día matar a su madre y poder conocer una mujer despampanante que lo enloqueciera (tendríamos ahorita fantásticas y oscuras cartas de amor). Pero no fue así, Lovecraft, Stoker, Poe, Kafka y muchos más que se me escapan, tuvieron una vida infeliz, solitaria y ausente, como un estado permanente de coma, donde todo se mueve, donde todo pasa, menos ellos. Son una constante resultado de una sociedad en decadencia, de madres castrantes y padres ausentes, la casualidad de los planetas desalineados que chocaron con un método científico; pero son maravillosos.
Creo que por eso no puedo escribir ahora, porque soy feliz y mi felicidad no me permite crear, soñar, anhelar. Lo decía en el comentario que puse en el artículo que leí: la felicidad impide escribir. No solo el trabajo impide inventar historias, sino la familia, los amigos, las fiestas, las risas. Cómo encerrarte en tu cuarto a lanzar maldiciones egipcias contra la humanidad cuando afuera está un perrito moviendo la cola feliz por verte, cuando en la noche te esperan tus amigos con una brillante botella de whisky y dos cajas de Malboro (rojos, obvio), cómo si tu abuelita tiene tantas historias para contarte (aunque sean repetidas).
Quizás si escribieramos poesía, dramas humanos o novelas de amor, sería posible combinar la felicidad humana y corpórea con la escritura, pero para la gente que jugamos con las sombras y los seres grotescos, la felicidad no es de mucha ayuda.
Lovecraft pasó sus días deseando cambiar de tiempo, deseando entrar en la mente de otro ser, de alguna de las sombras que veía mientras leía las Mil y una noches, buscando respuestas en las estrellas y quizás vampiros en tubos de ensayo. Sí, era amigo de Derleth, de Bloch... pero no los veía, no caminaba con ellos por el parque hablando de mujeres; hablaban del espacio, del Necronomicón, de los sueños que los despertaban sudando a las dos de la mañana, cuando por fin habían cerrado sus cuadernos y dejado los lápices en la mesa, hablaban de lo mucho que detestaban ser humanos y vivir en ese tiempo inútil, donde la banalidad se había apoderado de todos. Esos eran los amigos de Lovecraft. Ese era nuestro Lovecraft.
Quizás exagero en la misantropía de H.P.L., pero sus historias reflejan algo más que un tipo imaginando seres amorfos, reflejan toda su personalidad, cuentan toda su historia. Poe contaba cuentos, Lovecraft creaba universos para escapar de uno que odiaba. Kafka quería escapar de su madre, aunque fuera convertido en insecto, Stoker pudo viajar sin salir de su ciudad gracias a un viajero que le gustaba contar cosas y así creó al ser literario más reconocido en el mundo: Drácula.
¿Por qué amo a Lovecraft? Por ser diferente, porque logró lo que los pseudo escritores queremos: vivir de sus letras. Tiene un ensayo magnífico llamado Notas sobre el arte de escribir cuentos fantásticos, donde expone su aversión hacia lo comercial, el no quería ser un escritor famoso, el quería ser Escritor. Relata de forma tétrica lo que no debemos hacer si queremos escribir con clase, con originalidad, con ciertos valores literarios que no deben, por ningún motivo perderse. Escribir horror, terror, fantasía, ciencia ficción, etcétera, no es tan simple como escribir drama. (Aquí es donde los escritores de drama buscan mi dirección en google para matarme) Escribir drama tiene su dificultad, pero es sencillo si sabemos observar, observamos la realidad, aprendemos a describirla y a darle un giro aún más dramático que lo haga sobresalir en un mundo realista y factible. En cambio, para los escritores alternos, oscuros y de horror, es más difícil centrarse y volver real a un fantasma. Ya nadie cree en gatos negros que te persiguen, ni en que tu víctima va a despertar para delatar que la asesinaste, o casi nadie. Ahora, inventar que un ser parecido a un pulpo vive en el fondo del mar (al lado de Ariel) y duerme para esperar el momento oportuno en que las estrellas y planetas se alinearán para volver a dominar la tierra y sus confines... y esperar que realmente alguien lo crea (y hasta se tatúe un tobillo) es bastante idealista. Pero Lovecraft lo consiguió. Y lo hizo bien.
No se cómo detenerme cuando empiezo a hablar de Lovecraft, y no me había dado cuenta que sí se algo sobre él (pense que no).
Lovecraft en pocas palabras es único, no creó historias, ni cuentos, creó universos, que pueden convivir con el mundo actual sin problemas, que puede SER y valerse por sí mismo.
Yo aún busco el Necronomicón.
Salve al Soñador de Providence.
Mi Maestro.
El Escritor de Cuentos Fantásticos.
Salve Howard Phillips Lovecraft.
EL RINCÓN DE PARCENT
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Lo que estaba llamado a ser, se quedó en un sueño.
Pudo ser uno de los más bellos espacios de Valencia sobre un amplio jardín,
flanqueado por la cúpula ...
Hace 9 años
2 comentarios:
Hola: Un placer saludarte. Soy Pedro Crenes Castro y me alegro de que ese artículo mío te haya animado a escribir sobre tu querido Lovecraft. Espero que sigamos intercambiando literatura. Me gusta como escribes.
Un abrazo panameño desde Madrid, en el año del Cuervo.
Curiosa vision de una amante de las buneas historias. Saludos de otro fan
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